La historia de la espada maldita
Masamune Ozaki, también conocido como Goro Nyudo Masamune, fue un personaje histórico que vivió entre los siglos XIII y XIV, durante el Periodo Kamakura. Alumno de Aka Shintogo Kunimitsu, Masamune fue un herrero cuya habilidad para forjar katanas, wakizashis y tantos no tuvo igual en todo Japón. Sus espadas, de gran solidez, podían llegar hasta los dos metros de longitud. Masamune logró gran fama por forjar espadas de hasta 2 metros de longitud a través de una técnica que consistía en la laminación de una hoja de hierro en un solo bloque con acero trenzado, lo que las hacía además más resistentes que el resto de katanas de aquella época. Realizaba un ritual de purificación para preparar los materiales que utilizaba y eliminar así todas sus impurezas. Tal fue la fama que alcanzaron las hojas de Masamune, que se cree que Miyamoto Musashi y varios de los 47 Ronin utilizaron espadas forjadas por él.
Aun hoy se conservan algunas de sus espadas y son consideradas tesoros nacionales de Japón.
Un alumno suyo llamado Muramasa Shinjii (se supone, puesto que vivieron épocas diferentes), fabrico también armas de gran calidad, siendo su distintivo personal el que las hojas fuesen algo más cortas pero más curvadas y afiladas de lo normal, lo que las hacía perfectas para emplearse para decapitar al enemigo.
La relación entre la casa Tokugawa y las Muramasas, fue bastante trágica puesto que una Muramasa había matado a su abuelo y otra casi mata a su padre, el mismo Leyasu casi se corta el brazo con otra Muramasa y, para acabar la historia en tragicomedia, su propio hijo y su mujer al conspirar con el clan Takeda, murieron por sepukku (se tiene constancia de Nobayasu que fue el hijo del Shogun, el cual se quitó la vida con una Muramasa a la edad de 20 años).
A día de hoy existe bastante controversia sobre la calidad de ambas espadas y cual era el mejor forjado, llegando al punto de que las consideran como espadas del bien (Masamune) y del mal (Muramasa). lo que sí que se sabe es que muchas espadas Muramasa, se les hizo borrar el nombre del autor o en su caso fueron donadas a monasterios y templos para no desatar las iras del Shogun y su tormentosa relación con las mismas.